Características
Generales de los Arcanos, Mayores y Menores
Todas
las cartas de tarot son llamadas Arcanos, palabra cuya traducción
más regular dice que significa "misterios".
Porqué
una cosa cualquiera puede ser llamada un "misterio" tiene
que ver con una actitud existencialista que se basa en el hecho de
que todo, absolutamente, tiene una superficie, que es lo primero que
se conoce y en la cual la conciencia refracta, lo que le impide (a la
conciencia) adentrarse de un solo vistazo en la profunda y verdadera
naturaleza de la cosa percibida.
En
epistemología se suele decir por esto que el primer obstáculo al
conocimiento es el conocimiento mismo.
Lo
que hacen las 78 cartas del mazo de tarot es representar, a través
de metáforas, otras tantas situaciones de la vida, buscando abarcar
así la totalidad de las experiencias significativas que cualquier
ser humano puede atravesar.
Por
un lado, cada situación es en si misma un "misterio",
según lo antedicho y por otro, cada carta representa solamente lo
genérico, lo medular, de cada situación. Por lo que, en una
lectura, la carta es un cascarón a romper para poder penetrar con
mayor profundidad en la situación concreta hacia la que señala.
Las
78 cartas se dividen en 56 Arcanos Menores, divididos a su vez en
cuatro palos, como los mazos comunes, y 22 Arcanos Mayores.
Los
Arcanos Menores reproducen situaciones vitales más o menos
circunstanciales pero arquetípicas, de acuerdo a un código numérico
por un lado, un código basado en los palos por otro, y una
representación pictórica o visual que intenta condensar y
manifestar todas las metáforas posibles que surgen del cruce de ejes
números / palos.
Intentan
agotar, en cincuenta y seis combinaciones, todas las circunstancias
significativas posibles. Por esto es que buscan lo central antes que
lo anecdótico: separan, por ejemplo, el concepto de “tregua” del
de “paz”, porque ambas cosas son similares pero diferentes, pero
trata de evitar la definición de una forma específica de “paz”,
para que la carta pueda representar la paz en la vida de cualquier
consultante, independientemente del resto del contexto: saber si es
paz laboral, si es paz conyugal, si es paz conseguida tras largas
luchas o no, etc., llega a través del resto de las cartas, en cada
lectura.
Los
Arcanos Mayores, en cambio, no tienen ejes genéricos, y el contenido
de cada uno desborda cualquier grilla: son un conjunto especial de
conceptos trascendentes. Prescinden
del cruce que hacen los Arcanos Menores entre número y palo, y son
cada uno la abstracción de un aspecto fundamental y, al mismo
tiempo, complejo, de la experiencia humana.
Algunos
porque remiten al funcionamiento teórico del universo, otros porque
remiten a aspectos no circunstanciales (sino permanentes) del ser
humano.
Si
los Arcanos Menores metaforizan la variedad de la experiencia humana,
los Arcanos Mayores representan la estructura desde la cual se la
vive e interpreta, las matrices conceptuales desde las que se generan
las ideas que expresan la experiencia existencial, y las experiencias
inevitables que esta estructura atraviesa en el desarrollo de una
vida humana.
Son
conceptos al mismo más abarcativos y de mayor peso que los Arcanos
Menores.
Damos
por sentado que estas cartas representan no solo experiencias
posibles, sino también espacios de la psique preparados
especialmente para hacer posibles estas experiencias.
De
todas las teorías sobre el origen del tarot, adherimos a las que no
señalan un autor o cultura particular, así que no es posible saber
quién o en qué circunstancias concibió los diseños de los Arcanos
Mayores, pero es nuestra creencia que, quien haya sido, tuvo el
talento suficiente como para acceder a contenidos profundos y
estables del inconciente colectivo
Esta
es la base del postulado más fuerte e interesante de la corriente de
tarot a la que adherimos: que es que los Arcanos Mayores representan
factores y funciones psíquicas universales.
Son,
desde este punto de vista, los ladrillos elementales con los que
trabaja la mente de cualquier ser humano: independientemente de su
cultura o contexto, toda persona interpreta la realidad desde
estructuras psicológicas subconscientes.
Suponemos
que estas estructuras psicológicas subconscientes que determinan la
percepción e interpretación del mundo son universales, y que no se
las puede definir de un amanera terminante, pero que los Arcanos
Mayores representan una formulación extremadamente aproximada a su
contenido más básico.
Y
esta es la razón de que no tengan un orden conceptual: de la misma
forma que no se pueden numerar los órganos internos de una persona
porque no hay ninguna necesidad lógica de que el corazón esté
antes o después que el esófago, no se puede dar una jerarquía
definitiva y consistente a todos los constituyentes de la psique,
aunque algunos aparezcan más relacionados entre sí que otros, y
eventualmente, en diferentes conjunciones de cartas, se puedan
establecer relaciones de paternalismo, de dirección, de
subordinación, etc.
Pese
a esta falta de orden intrínseco, o precisamente para paliarla,
quizás, se han propuesto varias formas de “hilar” los Arcanos
Mayores entre sí, y aquí exponemos brevemente dos: la noción de
que representan el desarrollo psicológico de un individuo y la de
las virtudes cardinales, dado que las consideramos fértiles a la
hora la interpretación y reflexión.
Los
Subgrupos dentro de los Arcanos Mayores
Los
Arcanos Mayores tienen, según varias corrientes teóricas, entre uno
y varios arcos argumentales, comunes a los 22 y superpuestos según
niveles de interpretación entre psicologicistas y cósmicos,
dependiendo del tipo de fenómenos a los que aludan.
Según
quién, en el desarrollo de las 22 cartas, puede leerse el desarrollo
psicológico de un individuo desde su nacimiento hasta la máxima
madurez posible, o puede estudiarse el funcionamiento teórico del
universo, o pueden encontrarse todas las instancias de la vida
política y social humana.
Algunos
grupos de cartas pueden aislarse según estas ideas: de esta forma,
las “Virtudes Cardinales” explican la física teórica del tarot
según la cual funciona el universo, en el nivel mínimo
conceptualizable.
De
la misma forma, hay un conjunto de cartas que representan al
individuo, sus componentes psicológicos y sociales y lo básico de
su acción en el mundo.
Estas
cartas son las que van del Cero al Siete, siendo Cero y Uno, El Loco
y El Mago, las expresiones del individuo en su aspecto más infantil
y más desarrollado respectivamente, y las siguientes cuatro los
componentes iniciales y fundantes de cualquier individualidad.
Las
virtudes cardinales
Dentro
de los 22 Arcanos Mayores, algunos autores distinguen cuatro de ellos
como el subgrupo especial de las “virtudes cardinales”.
Según
cada autor, estas virtudes son adjudicables a, o representadas por,
los cuatro elementos, cuatro arcángeles específicos (Uriel, Rafael,
Miguel y Gabriel,), cuatro dioses paganos, cuatro demonios
babilónicos o cuatro santos católicos (Mateo, Marcos, Juan y Lucas
).
Este debate no
importa demasiado para nosotros porque, dadas las características de
las “virtudes”, que ahora veremos, no resulta obvio ni
imprescindible que su número preciso sea cuatro, con lo que la
fuerza argumental de la idea decae, si bien su fuerza poética (y
mnemotécnica) se mantiene.
Lo
que hacen las “virtudes cardinales” es crear
y
sostener
el mundo.
Donde
falta alguno de estos principios, la energía se escapa, la materia
se desmorona o confunde y la conciencia no encuentra apoyo, por lo
cual, exista o no algo más allá de la trama de las virtudes, es
incognoscible para nosotros.
Estas
virtudes son: la Templanza, la Justicia, el Amor y la Fuerza. Cada
una comparte características con las otras, pero mantienen reinos y
funciones definidas.
La
Templanza integra y economiza: junta elementos dispares y mediante su
acción los funde en otro elemento distinto dejándolo, idealmente,
en su punto justo, en su centro exacto. Es el metabolismo que
transforma lo que uno come en uña, ojo, hígado. Es la sinergia.
La
Justicia, por el contrario, discrimina: hígado e intestino pueden
estar cerca, tocarse y pertenecer al mismo cuerpo: ser el mismo
organismo. Pero cada uno es cada uno. La fuerza que mantiene
identidad y característica de cada uno es la acción de la Justicia,
indicando quién es quién y qué le toca recibir y hacer.
El Amor es lo que
motoriza todo esto: es la intención de acercamiento entre las cosas,
es el fluír del sentimiento y la atracción, la tendencia a
asociarse. Es el sistema circulatorio del universo, la emoción.
Finalmente,
la Fuerza, es el sostén, la sangre misma. Es el Chi, el Ki, el
Prana. La energía que, llevada por el amor o por sí misma, se
zambulle en la materia y la convierte en carne. Es la vida misma: en
el umbral entre la conciencia más mínima y la nada, vida
inconfundible.
Arcano
Mayor Número 10: La Rueda de la Fortuna
La
versión del mazo Rider de esta carta la ubica entre aquellas que
contienen en escena al total de las fuerzas universales, o virtudes
cardinales.
En
esta carta es donde, por primera vez y producto del aprendizaje de la
paciencia del Ermitaño, el individuo accede a una perspectiva de la
realidad que trasciende su propia escala.
Como
primera vez, es necesariamente limitada, pero extremadamente útil.
La
Rueda de la Fortuna representa el dinamismo, la tendencia al
movimiento de la realidad desde su aspecto más básico y crudo,
dentro de lo perceptible por el ser humano: todo aquello que esté
sostenido por las condiciones básicas de existencia – Templanza
como integración, Amor como motor, Justicia como organización y
Fuerza como sostén – entrará en movimiento, indefectiblemente.
El
movimiento en sí es inabarcable, pero la característica fundamental
del cerebro humano como órgano perceptivo es encontrar o crear orden
en el mundo. Y el movimiento es la única fuente de la sensación de
tiempo.
Por
lo tanto, dentro del movimiento de todo lo que existe, encuentra los
ritmos subyacentes y crea series dentro de la sucesión inacabable de
hechos que ocurren.
A
partir de entonces, el individuo tiene para siempre un pie en cada
lado: un ojo en medio del río, mirando la corriente venir de frente,
y otro en la orilla, viéndola pasar, desde una perspectiva más
“objetiva”.
Cuando
se contemplan las cosas desde el ojo dentro del río, todo es veloz,
fugaz y diverso, diferente.
Cuando
se las contempla desde la orilla, el cerebro comienza a encontrar
similaridades y procesos: la luna de cada es noche es siempre
diferente, pero en treinta días regularmente engorda y enflaquece,
late. Cada atardecer es único, pero siempre es seguido por la noche,
y luego por el día y otro atardecer. Todos los niños crecen, y se
chocan con la adolescencia, todos los matrimonios tienen su crisis
del séptimo año.
Cada
vez que un patrón rítmico, una serie, recomienza, se activa la
metáfora de La Rueda y lo circular.
La
visión del movimiento intrínseco, íntimo de la realidad y la
magnitud infinita de ciclos que contiene, tienden a producir en los
individuos una sensación de sobrecogimiento reverencial y asombro
casi religioso, que puede derivar en dos caminos diferentes: una
parálisis y una actitud de “rendirse” ante la vida, porque “todo
es demasiado” y “todo ocurre sin necesidad de nuestra
intervención”, cuando estas sensaciones de inmensidad chocan
contra un ego demasiado constituído, o una “reposada urgencia a la
acción”, surgida de la tranquilidad de que, si bien hay cosas que
sí se lleva la corriente, también hay otras que vuelve a traer,
siempre, por lo que el trabajo que no se puede realizar en un solo
día no necesariamente se pierde, y alcanza con flotar atento para ir
sumando una oportunidad ganada tras otra, y acumular, y realizar un
día lo impensable.
Las
figuras de las cuatro esquinas de la carta representan a las virtudes
cardinales, en diferentes encarnaciones.
Las
que giran alrededor de la rueda representan los dictámenes “Yo
mando”, “Yo he mandado” y “Yo quiero mandar”, así como
tres dioses egipcios (cuyos nombres no recuerdo pero) que representan
la vida, muerte y resurrección, entendidas como la dinámica que
mantiene vigente el total de la vida a nivel planetario.
Las
letras hebreas y la palabra “Taro” dentro de la rueda aluden a un
intento del argumentista del mazo (Richard Waite) de vincular el
tarot a la Torah, y por lo tanto a la Kabala y la tradición
filosófico – religiosa hebrea, y por último a la estructura del
nombre de Dios dentro de esta religión. Una exageración respecto
del tarot, a mi gusto, pero una muestra cabal de la importancia que
tiene esta carta y este concepto en realidad, porque la idea final,
es que el nombre de Dios está inscripto en el total de los
acontecimientos que puede percibir el ser humano, e implicado en el
orden, tanto en el orden subyacente que sustenta a los
acontecimientos, como en el orden que los acontecimientos despliegan
y que les permite ser comprendidos como tales por los seres humanos.
Pueden
ser, entonces, palabras clave para la interpretación de la carta:
percepción del tiempo – paso del tiempo – lo cotidiano, el día
a día – el ciclo – lo que se repite solo – altibajos y
vaivenes