Ernan tiene un sentido del absurdo tan desproporcionado que se convierte todo el tiempo en sentido del grotesco, cosa que no alcanza para evitar que sea ácido e incisivo.
Creo que sobre todo porque no lo intenta.
Entonces, entre exceso y exceso, aparecen fotos de una humanidad deslumbrante, o al menos en la que me siento…podría decir “reflejado”.
Pero en la humanidad de Ernan uno se siente más “revolcado” que “reflejado”.
Como la página que ilustra este día.
Durante 2007 y 2008 llevé adelante un blog que, ante la súbita y duradera aparición de una serie de hechos personales trágicos se volvió absolutamente autobiográfico.
Mi repentinamente crecida necesidad de contención sirvió, como toda caricatura, para poner de relieve las características fundamentales de la dinámica con que intentaba satisfacer dicha necesidad.
Es algo parecido a lo que entiendo que hace la fama (que, claro, no es mi caso)
Poco antes había reflexionado sobre porqué se la valora, concluyendo que su principal valor es ser querido de modo asimétrico y carente de esfuerzo por ambas partes: el sujeto expuesto por la fama es fácilmente objeto de proyecciones por parte de sus seguidores, cosa que no obsta para que la descarga emocional, y su reflujo, sean verdaderos e intensos.
Ambos se ahorran el conocerse mutuamente, el dejar que la emoción de uno por otro crezca naturalmente y sólo en caso de que sea legítimo, así como sostenerla en todos los momentos de duda.
La razón de querer ser famoso es, principalmente, un deseo infantil de recibir amor, desde la actitud de alguien que no se siente capacitado o en derecho de despertar amor, recibirlo y sostenerlo si no es a través de proyecciones.
Alguien que, de alguna manera, se siente vacío e inmerecedor.
La sensación de vacío interno se puede describir también como anonimato perpetuo: uno no es nadie, no tiene características, es un cuerpo genérico con una cara vacía.
Todo ser vacío se siente impotente y compensa a través de la fantasía, casi siempre de poder, vigor, fuerza.
En el modo casi casual en que Ernán cuenta todo esto encuentro maestría, muy probablemente no deseada.
Y me identifico con lo que cuenta en varios aspectos, claro.
Quienes publicamos autobiografías en la web no generamos un perfil controlado sobre el que el lector proyecte sus fantasías, lo nuestro es más burdo.
Nos exponemos.
Nos desnudamos, como quien cuenta sus problemas al primero que saluda preguntando “¿cómo estás?”, por hecho mismo de nuestra total incapacidad de autocontención, de reserva.
Por la necesidad de que alguien sepa lo que sentimos porque saberlo nosotros solos nos pesa demasiado.
Y por el deseo intenso de ser amados.
Que con los años pasa a demanda.
Uno muestra las vísceras en demanda, más o menos silenciosa cada vez, de amor.
Como si tuviera derecho, como si una cosa llevara a la otra.
Mi madre era muy distinta a la de Raulito.
Todo lo demás, es igual.
Con el tiempo y la terapia, sin embargo, todo llega, incluso el pudor.
Puertas anhelantes se cierran, rezongando un poco por saber que van a ser demolidas y recicladas antes que satisfechas.
Las fantasías se van transformando lentamente: como toda superestructura, son lo último en enterarse del cambio de base.
Pero llega: van muriendo las esperanzas de amor, los deseos de lograr trascendencia con mi arte, la creencia de que necesito algo.
Son reemplazadas por pensamientos prosaicos, disgustos cotidianos, alegrías esporádicas, el trabajo humilde.
Llega el silencio, el fastidio ante la idea de contar algo, la preferencia por sentarme a mirar el cielo antes que escribir o charlar.
La idea clara de que nadie tiene porqué enterarse de lo que me pasa, y que así me siento mejor.
Queda por todo por narrar, claro: cómo exploré de vuelta en Constitución mi sexualidad post terapia, y hacia dónde sospecho que pueda ir ahora, así como mi sociabiliadad.
Cómo enfrenté y vencí todas mis neurosis juntas en seis días de cambio de trabajo, a razón de aproximadamente tres por día.
Cómo se siente tener más fantasmas que cadenas efectivas y saberlo, los numerosos interrogantes acerca de qué es el amor, la invocación a dioses de luz.
Hay mucho por contar, siempre.
Pero hoy no necesito ser escuchado, y no sé cuál pueda ser el motor que reemplace esa razón artística en mí.
Siempre hay algo.
ES IMPORTANTE SABER
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