ES IMPORTANTE SABER

lunes, 21 de junio de 2010

El fin de la nostalgia

Para descargar el archivo y leerte esto cómodamente en el baño, el bondi o la cama, hacé click acá. (4 páginas)

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Escribí hace mucho un artículo titulado "Espadas y copas, cosas que se entrenan y cosas que se cultivan".
Narraba en él cómo tuve que abandonar, en mi propósito de ampliar mi percepción, mi vieja dinámica machacona de darle y darle a algo, porque la sensibilidad no crece a la manera de los músculos, sino que se limpia y despeja, a la manera de los canales. Usaba para ello algunas metáforas sacadas de la práctica del tarot, asumiendo que la percepción está vinculada a la función del palo de las copas.


Conté en otro lado también el progresivo cambio de una sexualidad hiperestimulada que escondía la secreta necesidad de aparecer ante la mujer envuelto en la coraza de mi erección, escondido tras ella también, hacia una más tranquila, donde podía empezar a rendir mi masculinidad en un orgasmo, deponer mis armas.


Y también conté mi tendencia a disolverme en los otros, a perder mi identidad, y su vinculación con esta permanente sensación de nostalgia, este anhelo constante de la piel.


Participé durante alrededor de un año y medio en talleres de Terapia de Constelaciones Familiares, un sistema que tiene una dinámica de funcionamiento realmente curiosa e impactante: uno pide a otra persona que represente a personas o hechos del propio sistema familiar, y los representantes experimentan sensaciones, emociones, sentimientos e incluso transformaciones de carácter que se corresponden con los del sistema familiar de la persona representada, a pesar de que representante y representado no se conozcan entre sí, e incluso aún cuando el propio representado no se reconozca en lo que emerge. Es muy común que uno se entere de cosas en un taller de constelaciones, que luego descubre que se corresponde con hechos históricos de su familia que no conocía (concientemente, claro) al momento de constelar.
También se dice mucho que cada vez que una persona elige a otra para representarlo, es porque la problemática de ambas está de alguna manera vinculada, o tocan en algún punto que sirve a cada uno.


Preguntándome cómo puede ocurrir este fenómeno, se desplegaba un abanico de respuestas posibles. La gente que enseña constelaciones en Argentina, habla del campo morfogenético. Hellinger, el creador, habla de un alma externa al cuerpo a través de la que se ejerce la comunicación.

Supongo que al fin de cuentas mi teoría se ajusta más la suya, porque sostengo que el transvase de información que ocurre en Constelaciones Familiares entre una persona y otras es una función del área de copas.


Hace años vengo llevando adelante el proyecto Tarot Colectivo, donde regularmente debo explicar a ilustradores que no conocen de tarot, lo mínimo indispensable para que puedan dibujar cada uno una carta con cierto rigor, que sea algo más que una ilustración, que contenga las ideas mínimas que fui descubriendo, robando o desarrollando al respecto.

Suelo decirles que cada palo es una descripción práctica, aplicable, de una función psíquica y del grupo de "órganos psíquicos" que la cumplen.

Que los bastos representan el instinto y la líbido, por lo que son tan difíciles de percibir como de desobedecer, que las espadas son el pensamiento racional y operativo, por lo que se identifican indebidamente y por demás con el ego, y que las copas son el sentir, emocional y vivencial, junto con el pensamiento aglutinante, que crea en imágenes y entiende por símbolos, que conecta los espacios instintivos con los racionales, y los inconcientes con los concientes.

Hago mucho hincapié en el aspecto de que son una herramienta sensorial, que conocen el mundo a través del contacto, que son el saber por sentir.

Tengo un gesto físico con el cual explico que cada palo reside en un área del cuerpo y que la de copas es la del pecho: plexo y esternón, y otro gesto con el cual dibujo la manera en que funciona la irradiación de su sensibilidad.

Este gesto consiste en extender las manos desde mi pecho dibujando ondas de agua imaginarias que salen del corazón y van cubriendo todo, anegando y envolviendo todos los objetos, como agua, hasta en sus más mínimos detalles.

Al final, cuando cada objeto está totalmente cubierto, la energía de copas tiene una imagen tridimensional de ese objeto, molécula a molécula.
Parecido a como se hacen los moldes de cera perdida.

Es una función tanto perceptiva como expresiva, aunque su aspecto expresivo suele ser tan sutil que la mayor parte de la gente no lo asume como un sentido regular, sino como "corazonadas", "sensaciones", etc.

Mi sospecha es que, al momento de entrar en una habitación llena de personas dispuestas a trabajar sus sistemas familiares, los respectivos órganos de copas se disparan e intercambian información a nivel sub o inconciente, como perros oliéndose mutuamente a toda velocidad. A los pocos minutos, los roles están inconcientemente repartidos, todos saben lo necesario de todos los demás, quién es cada uno, qué viene a trabajar y con quién le conviene emparejarse en el trabajo, y es solamente cuestión de esperar al desarrollo del taller para ir poniendo en práctica la información que cada uno tomó de y ofreció a los demás.

Es una idea, y hasta hace poco la basaba, como dice mi amigo Ale Horsmann, en absolutamente nada.
Hasta encontrar esta maravillosa cita de Helmuth Wilhelm, en su traducción del Tao Te King:
"... para los chinos, "el corazón" es, ante todo, uno de los cinco sentidos, correspondiéndole la función del complejo sensorial que permite el contacto más directo con el mundo exterior y al que nosotros solemos llamar, en lenguaje popular "el sentimiento"".
Gracias Helmuth.
Las cursivas son mías.
Agrega luego que justamente por ser el órgano más conectado con lo externo, el corazón es también la fuente del deseo orientado hacia afuera.


Recientemente decidí sumar, a mis tres años de terapia con Alicia Valero, el año y medio de Constelaciones y las diversas prácticas paralelas, un tratamiento de rei ki Karuna con Marcela Cavallo, la persona que me hizo sacar el rei ki de la bolsa de "boludeces simpáticas chuchis" y ponerla en el estante de "cosas serias a estudiar con detenimiento".
El tratamiento completo será transcripto en otro momento, el punto a señalar esta vez es que en cada sesión conviene tener una intención de trabajo, que lo guíe. También se puede trabajar "a lo que salga" y un par de veces lo hicimos, pero en una de ellas surgió una sensación clara.

Poco antes había hecho mi último trabajo en constelaciones sobre el tema "pareja" y, sorprendentemente, lo que salió fue un claro desinterés al respecto. "No estoy disponible ahora" fue la frase definitoria. Me fui descontento con el resultado, pero con el pasar de los días hasta me asenté con más firmeza y alegría en esa actitud.
Tras muchos años de buscar una contención y no encontrarla, de vincularme con gente que buscaba la misma contención a veces e incluso de ser abiertamente estafado hace muy poco, tomarme un descanso de esta necesidad, me pareció genial.

"La verdad" pensaba "un poco me vendría bien, una pareja, pero son tantas las cosas que desconozco del cómo, y tantas las tareas pendientes en otras áreas, que hasta pueden ser requisito previo (como mi reconstrucción económica tras los desastres que dejara mi viejo en su larga muerte), que me parece lo mejor sacar la cabeza de ahí y ponerla en otra cosa. Nunca apareció una mujer que me guste por buscarla o esperarla, ni dejaron de aparecer a lo largo de los años".


Lo que daba a esto la pauta de "descanso" es el hecho de que casi mecánicamente, al acostarme y despertarme, hecho de menos la presencia de un cuerpo al lado.
Un reclamo permanente de mi piel misma, totalmente físico, por caricias. Un sentir hecho carne, y un sentir la falta hecho carne.

Es extraño, dado que dormí la mayor parte de mi vida solo, y es familiar, desde que me dí cuenta de cuánto busco en el contacto y el deseo de besos y mimos, a mi madre en la forma en que no estuvo. Hay cuentas pendientes que se saldan rápido, y otras que salen en cuotas.


Pero, durante no sé ya cuántos años, viví proyectando alrededor mío una búsqueda insaciable de contacto, abrazos y contención, mandando afuera un enjambre de sondas, un embrollo de nervios vivos e intangibles que buscaban permanentemente en el aire el apoyo de una piel, encontrando sólo vacío.
Me acostumbré a llenar ese vacío con la misma búsqueda, a apoyarme en mi propio gesto interno de pedido para no sentir la nada alrededor.


Parte del progresivo trabajo de reunificación conmigo mismo desarrollado en terapia, tuvo como consecuencia un proceso inverso a este reclamo permanente de caricias, que se siente desde adentro como un reconcentrarme en mi propia piel. Poco a poco, en vez de estar permanentemente abierto, a la espera, con un gesto interno de manito extendida que nadie toma, empiezo a replegar esta mano, no desde el rencor que lleva a la insensibilidad, como fuera parte de mi vida, sino desde un cambio de prioridades. Poco a poco, fui llenándome de mí mismo y aprendiendo a pararme solo. Es cada vez menos la necesidad de contención, y más el placer por el otro, el motor potencial de una relación. Y digo potencial porque siento como algo absolutamente natural mantenerme solo hasta que este proceso concluya.

No estar abierto y a la espera, no ser presa del anhelo, tiene como contraparte una percepción mucho más definida de mi individualidad.

Comienzo a dejar de experimentar deseo por el tipo de imágenes románticas que me gustaban antes, plenas de abrazos, pasión, fusión y confusión, y empezar a tener otras imágenes del amor: dos campanas resonando juntas, dos personas con ejes propios, un gusto sincero por el misterio ajeno vivido desde el borde de mi piel y no desde adentro de la suya.

En el medio, percibo extrañas manifestaciones de una sexualidad futura, o mejor dicho, presente pero de aplicación futura (claro: el celibato es parte de mi vida, hoy). Tras el largo aprendizaje para poder tener un orgasmo con una pareja, llegó de repente, mucho después, otra idea casi sacrílega para mí: la posibilidad de no responsabilizarme porque mi pareja tenga un orgasmo. Pasar de ser protagonista, conquistador de orgasmos, a ser compañero, espectador, objeto en un sentido nuevo y no dañino. Ocuparme egoístamente de tener mi propio orgasmo y permitir que la otra parte haga lo mismo y me disfrute como le surja y no como mi sentido del deber dicta.
No sé, tal vez sea una etapa, pero si semejante sacrilegio es un paso... el camino siguiente es insospechado.

También por eso no tengo apuro por salir a aplicarlo en la práctica, supongo... estoy un poco harto de tanta novedad.


En una de las sesiones de rei ki, había detectado este reconcentrarme, retirar del aire alrededor mío la búsqueda de caricias, y propuse tomar la profundización de este proceso como intención para la sesión. En realidad, lo decidí en algo así como cinco segundos, en los que pasé de decir "no, no tengo intención particular que trabajar hoy" a decir "podría ser esto de retirar mi energía de la expectativa amorosa y re apropiármela".

Al decirlo, siento miedo.

Imagino mi ser concentrado, por fin compacto y retirado del entorno, y me doy cuenta de que lo que espero que pase es sentir frío mortal de parte del entorno.
Lo expreso, charlamos un poco más, y el miedo se vuelve vértigo. Eso me decide. Tengo ya todo lo necesario para saber que mi miedo es ficticio, que es hora de demostrármelo y poder cambiar de vida, otra vez. Otro paso.

Hay cuentas que se saldan en cuotas.
Pero algún día se terminan.

Al terminar la sesión, Marcela cuenta que realizó una "cirugia etérica" (nota mental para buscar más info en el futuro), y que retiró del sacro "plastrones de energía" y "lazos" que "no sé ni quiero saber a dónde llevaban, a qué te ataban", dice. No cuestiono lo extraño de sus afirmaciones, a esta altura. En cambio, tengo una idea clara de adónde estaban anclados esos lazos energéticos del sacro. La noche anterior, de hecho, había tenido un arrebato de furia hacia una persona con la que nunca concretamos nada, pero en quien deposité grandes, muy grandes expectativas. Golpeé un almohadón durante mucho tiempo antes de que se me acabaran las ganas.

Sabía que me iba a olvidar inmediatamente durante días, pero me hice otra nota mental de chequear en el futuro, y hoy veo que es cierto lo que esperaba: pleno desinterés, olvido.
Bienvenido sea, era hora.

Arrancada mi última fantasía de satisfacer el anhelo de la piel, la última interferencia, encarriladas mis acciones en una senda que no permite ni siquiera el fantaseo con nuevas personas, ni pensar demasiado en la soledad o compañía, confío en que se termine de producir la evolución interna de mis ideales de pareja ya sin más intromisiones, ni siquiera la mía. Y sé que eso va a tener ramificaciones en muchos más espacios, incluso no conectados.

No puedo imaginar, obviamente, cómo será eso en el futuro, pero me queda claro que despejar el aire produce otra visión, que condensarme en mí produce otro tacto, que limpiar el canal perceptivo de mi corazón modifica el contacto directo con la realidad.

Siento algo de vértigo, al pensarlo.

Y mucha alegría.

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