ES IMPORTANTE SABER

jueves, 23 de septiembre de 2010

La rosca y el techo

Me tiro en la colchoneta, hago mis ejercicios de digitación, sueño un guión.
Miro el techo.
Me pregunto por las consecuencias inesperadas de publicar mi historia familiar en internet. Desde frases de Paulo Cohelo hasta reapariciones imposibles.
Una parte se pone seria y dice "¿qué esperabas, chabón!? lo pusiste en internet!".
Otra parte hace pucherito con el pie y dice "...pero si a mi no me lee nadie...".

Me pregunto sobre ser cuestionado por cosas que para mí son historia vieja, de dos años atrás. Me pregunto sobre el estancamiento creativo en la autobiografía.
¿Catarsis? ¿ejercicio? ¿vicio?.

Me pregunto... hubo un compromiso implícito que hice conmigo mismo, no lo dije nunca en voz alta. Quiero narrar una historia, una muy precisa. Infierno y cielo, en ese orden: el descubrimiento de estar rodeado de barro y el camino hasta la salvedad.

Y quiero que sea verdad.

Pero hay tanto que hacer...
Enredé algunas cosas, perdí otras. Y las que sé que estoy haciendo bien son lentas...

Parte del compromiso implícito era no mentir jamás, o al menos, desnudarme lo más posible. Hay algo de experimento humano en todo esto. Me considero un documento de no estoy seguro qué. Pero creo sinceramente que va a servir para algo. Para alguien. Para alguna cosa.

Hago mis ejercicios de digitación, miro la pared sin ventanas del lugar donde vivo.

La parte del final feliz llega, muy lenta, soterradamente.
Cada tanto es un vuelco brutal, en algún área. Un repentino golpe de muñeca que abre un camino vivencial totalmente nuevo: nuevas acciones, nuevas actitudes, nuevas preocupaciones.
El resto del tiempo parece que no pasara nada, mientras los enanos trabajan bajo tierra, montando la maquinaria, el robot gigante que de repente opera la revolución.

El compromiso es claro, inquebrantable: mi autobiografía, o más precisamente el ciclo que inicia con la locura de mi padre, tiene final feliz.
El presente está muy bueno ciertamente.
Faltan algunos pasos.

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