ES IMPORTANTE SABER

viernes, 2 de julio de 2010

Lo llamaban El Castillo - II

Viene de acá.
Va hacia nada.



En alguna remodelación de alguna casa donde vivieran, las nenas denuncian abuso sexual por parte de los albañiles.
Este tipo de episodios son regularmente confusos por un motivo: los adultos siempre prefieren dudar de la palabra del niño antes que enfrentar a otro adulto con una acusación importante.
Detalle interesante, parece que Bubi si creyó o tomó la declaración de Margarita, y no la de Fran.
O así lo cuenta ella años después, diciendo con claridad que no recuerda nada, pero que sabe que "ve pitos" desde antes de los seis años.

Esto me lo contó en El Chocón, refugiada de la pasta base.

Durante varios años, nos vimos muy cada tanto.
Yo desarrollé mi relación disfuncional con mis padres, ella se acostumbró a vivir de fiesta en boliches y ambiente high rock, mientras la hermana y abuela pagaban clínicas y tratamientos. Con la muerte de Santiago, su amigovio desde los catorce años, empezó a fumar quetedique en vez de tomar por la nariz como dios manda.

Su experiencia con drogas ya superaba toda la que yo tengo aun hoy.

Cuando empezó a profundizar su relación con la pasta base, tomó también la costumbre de aparecer por casa de Felisa en busca de refugio.

Era lo más parecido que conocía a una madre.

Felisa ya había cortado con Guillermo, entre otros cambios. Uno de ellos fue cierta tendencia a hacerse cargo, ahora si, de Francisca, dentro de lo que puede hacerse cargo una persona de otra, mayor de edad y con el sesgo de personalidad que te da el consumo temprano.

Fran siempre fue físicamente muy linda, y mezclaba eso con un estilo de niña entre inocente, traviesa y absolutamente desenfrenada que le retribuía mucho en Cocodrilo con hombres mayores.

Y a mi me volvía loco, también.

En la época en que empezó a aparecer seguido por lo de Felisa yo vivía ahí todavía, y no pude evitar re enamorarme de ella. Los sentimientos que había tenido años atrás, infantiles, volvieron a un cuerpo ahora adulto.
Recuerdo el día en que llegó: yo estaba con Ana, explorando algo que se quebró ahí mismo al responder el timbre y ver sorpresivamente a Fran en la puerta, algo demacrada de la gira pero tan linda como pude verla. Nos cortó el polvo y la historia, en el mismo gesto involuntario. Dejé a Ana en pausa para prepararle a Fran un mate, y nunca más volví.

Ese año le declaré mi amor, y ella rehusó. Era evidente algo que yo aún no asumía: temía perder su refugio.
Yo, que todavía no sabía lo que se me venía por delante, estaba convencido de que a fuerza de enamorarnos podríamos dejar, yo el alcohol, ella la merca.

Todavía no había blanqueado que ya estaba en la pipa.

Siguieron pasando los años. Mis acontecimientos importantes fueron Sabrina, el masaje, la escritura, diversos episodios con mi padre que fueron perfilando mi hepatitis, el cáncer de mi primo.
Muy poco antes del cáncer de Nacho, chateamos un día, yo medio ebrio y sin decirlo, ni saber que ella también lo estaba, quedamos en encontrarnos a mitad de camino, bebimos más, muchísimo más, chocamos todo lo que encontramos, le dijimos a quien se cruzara que éramos hermanos, fuimos a un hotel.

Un poco más de tiempo aún, y llega la fecha de mi contagio de hiv.
Nos encontramos, Fran teme habérmelo contagiado porque no sabe si tiene. Muchos de sus novios y amantes eran portadores, ella gusta de dar detalles crudos: es muy probable que estuviera infectada también. Le explico que no, que nos habíamos cuidado bien. Además, las fechas no daban, con seguridad. Pero ni antes ni ahora hizo su propio examen.
Nos despedimos con mi frase de aquel momento, lo primero que dijera mi tía Alicia: "el tema no es la salud, que está cubierto, sino encontrar pareja o tener una vida más o menos normal".

"Cuando necesites coger, llamame", dice Fran.

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