ES IMPORTANTE SABER

domingo, 4 de julio de 2010

Lo llamaban El Castillo - III

Primera y segunda parte.


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Siguió pasando el tiempo, nuevos acontecimientos importantes: a fines de 2008 recupero en terapia la memoria de un abuso sexual a manos de mi tía Alicia, lo denuncio ante la familia y allegados: ante algunos en persona, a los no tan cercanos mediante una circular de e-mail.
Fran responde tarde: cuando mandé la circular estaba en otra internación por desintoxicación.
Mi padre ya había muerto, en una secuencia larga y con muchas secuelas.

Mi relación con mi familia materna se rompe, como indica el manual que ocurre cuando alguien denuncia algo así, con una excepción importante: mi tía Luci cuenta los antecedentes del tema en la familia, y sus hijos, José y Daniel, presencian cuando Felisa y Alicia llaman a Luci para pedirle que no lo divulgue. Lucila les cuenta que ya lo hizo, y en la siguiente llamada, mi madre y tía avisan que van a negar todo. El resultado de este movimiento es que José y Daniel se alineen conmigo, diciendo, en síntesis: "si tu recuerdo infantil del abuso es o no es cierto, ya no importa: vimos a tu madre diciendo que va a mentir sobre un antecedente importante".
Todo esto tuvo más consecuencias, ya irá llegando el turno de contarlas.

Cierto día, chateamos de vuelta con Fran.
Me cuenta que está en El Chocón, muy bien, muy contenta.

Pero que se mandó un moco.

Charlamos y me cuenta que se tomó un vodka, luego no recuerda nada, luego tiene esta citación de la jueza de paz del pueblo.
Las consecuencias de bajar la merca con whisky desde los trece años incluyen la amnesia alcohólica.
Sépanlo, intégrenlo en sus consideraciones.

Charlamos un poco, me cuenta que ya había encarado la situación: "fuí, les dije que mi pareja murió y que desde entonces tengo problemas con el alcohol, que por eso me vine acá y que tuve una recaída y que no va a volver a pasar".
Al escucharla decir que había puesto la cara me surgió una alegría creciente, cada vez más expandida en mi pecho.
Sentí que era el cambio verdadero, el único que importaba de todo: desintoxicarse en la Patagonia era necesario, pero aprender a afrontar las consecuencias de los propios hechos y no permitir que crecieran como una bola de nieve... eso era fundamental, y era nuevo.
Le dije con claridad lo que pensaba: "creo que acabás de activar el auto amor y la posibilidad de empezar a protegerte sola".
Nos alegró tanto esa charla, que empezamos a fantasear con encontrarnos.
La verdad es que su última oferta, de casi dos años atrás, también fue parte del deseo.
Por otro lado, como dijera su hermana Margarita, "con Fran siempre sabés que puede ser la última vez".

Sabiendo que incluso en el mejor de los casos me encontraría algo re pesado, y siguiendo mi puta costumbre de buscarme la damisela con más gusto de revolcarse en el barro para limpiarla, busqué las mejores herramientas posibles.
Alicia ya me había ofrecido pasarme la desprogramación un par de veces, yo lo venía rechazando por evitarme responsabilidades, con la excusa de "no sentirme a la altura". Ahora, por suerte en un sentido laxo, la gravedad habitual de la situación restaba importancia al fracaso. Hablamos con Ali, le expuse mi temor de que el proceso de reprogramación pudiera ser demasiado extremo y desencadenar alguna de las acciones que tantas veces estuvieron a punto de matarla.
Ali no lo pensó mucho y en una de tantas posturas que uno no se espera de una ancianita blandita que habla despacito dijo "... si se tiene que morir, que se muera desprogramada".

Sepan eso, también.

También fui con Tati, que me pasó un ejercicio de constelaciones para hacer sin gente, ocupando uno mismo los diferentes roles por momentos. Interesante, pero a ese sí que no me sentí en condiciones de sacarle el jugo, pese a la confianza de Tati.
Igual, me llevé todo.

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