ES IMPORTANTE SABER

sábado, 2 de octubre de 2010

La rosa y el lecho - Epílogo - III

Pero al día siguiente tocaba terapia, y al contarle estas cosas a Alicia terapeuta, sin mayor detalle, estuvo en desacuerdo con mis actos desde un principio.

Toma una actitud que me resulta muy molesta, de no escuchar e interrumpirme señalando cosas que ella toma como defectos o acciones contrarias, y terminamos discutiendo.

Cierra el tema diciendo “lo único que te estoy diciendo es que no tomás partido por tu niño interno, que está reclamando y con razón que lo defiendas, y no lo hacés”.
No la mandé a la mierda, pero ese dia no pudimos trabajar.

Y al llegar a casa, a la sala de ensayo donde duermo, se me llenó la cabeza.
Frases de Felisa me daban vueltas permanentemente, volviéndose más y más venenosas a cada regreso, y afilando al mismo tiempo la respuesta.
A las tres de la mañana, decidí que no esperaría hasta la semana siguiente.
Consulto al I Ching. El planteo fue “la mando a cagar en ésta y no me pasan más estas cosas”.

Pensaba no solamente en Felisa, sino en otras mujeres que crucé estos años.
La respuesta fue “La modestia” con la primera, tercera, cuarta y quinta mutantes, yendo a dar a “El seguimiento”.
Me permitió dormir.

Al día siguiente aparecí en su trabajo, se sorprendió, quiso saludarme con un beso, pero otra vez estaba yo demasiado incómodo con todo lo que faltaba decir.
Le digo “algunas cosas que dijiste ayer me quedaron haciendo demasiado ruido. Crei que podría esperar a otro momento para decirlas, pero la verdad es que no las quiero aguantar un momento más. Si querés salimos, a mi me da igual decirlas acá que en cualquier lado”.
Encontramos una esquina poco transitada de su lugar de trabajo.

Empecé decidido a terminar.
“Hay dos cosas que no me constan, pero me fueron dichas: una es que me abandonaste cuando naci. Que te fuiste. Simplemente, nos dejaste a mi viejo y a mi por algunos meses”. Empezó a reírse para descalificar. “La otra es que tenías sexo con gente enfrente mío cuando yo era chico” No se rió.
“No me consta. Pero me cierra. Explica muchas cosas que siento y pienso del sexo”.
“Lo que sí me acuerdo es lo que fue mi infancia en tu casa. Estaba solo todo el puto día, y si se me ocurría llorar por sentirme solo, ahí si aparecías, me amenazabas o me pegabas para que me calle. No podía ni siquiera expresar que me sentía mal”.

Sigo.

“Desde los diez años me forcé, me auto obligué a recordar que yo mismo habia elegido dejar de festejar mis cumpleaños para sentirme más adulto. Vos misma me desmentiste hace tres años: me dijiste que habías sido vos la que había decidido dejar de festejarlos. Es demasiado importante!!” se me sofocó la voz. “Festejar un cumpleaños es, exactamente, festejar que hubo un día en que uno apareció en el mundo, decir ´me alegra que hayas aparecido´. Lo que me dijiste es muy claro: no te alegraba que yo existiera, mi nacimiento no era motivo de alegría ni festejo. Es muy duro que una madre diga eso a su hijo!”

“Y sé que cuando termine de hablar, lo que vas a decir es que ´si yo necesito pensar esto, y si yo necesito tomarme mi tiempo de estar lejos, entonces vos, que sos re copada, me lo vas a respetar´ cuando lo que deberías decir es ´por Dios, cuánto me duele que pienses esto, voy a hacer lo que sea necesario para que estemos juntos porque te amo, quiero que estés en mi vida y que estemos todos juntos como una familia!!´”. Hago una pausa, la miro, quieta.
“... ni se te cruza por la cabeza”.

Sigo.

“Cuando me fuí a vivir con mi viejo fue lo mismo: me fui convencido de que nos separábamos por aquella pelea donde trataste de pegarme con el tubo de la aspiradora y te paré con una patada en la panza, y vos misma lo desmentiste también: hace tres años me contaste que estabas harta de ver a mi viejo, y que si encima yo estaba también en rebelde y encima podía argumentar – eso dijiste! que encima podía argumentar- entonces era demasiado y mejor basta!! Eso no es amor!!”.
“Y después... te mudaste a Moreno y yo iba a verte... me cruzaba toda la puta ciudad solo, para verte. Ni siquiera me ibas a esperar a la estación!. Veo a mis amigos y compañeros que acompañan a sus hijos de 13, 15 y hasta 18 años, para cuidarlos o nada mas para estar con ellos un rato más. Si me perdía -como me perdí, si me robaban -como me robaron, si me pasaba cualquier cosa, te importaba un carajo!!”

“Después volví a vivir con vos y me cobraste el dinero que necesitaba para independizarme, mientras no se lo cobrabas a Javier, a mis espaldas. Me tomaste por estúpido durante años!. Años!
Los padres tienen que dar apoyo económico, vos y mi padre me lo sacaban! Pasaste de ser una carencia como madre, a ser una piedra, un obstáculo en mi camino, sacándome dinero que no necesitabas. Y de ahí pasaste a ser un enemigo, al hacerlo de modo intencionalmente secreto”.

“Años, hasta el mismo miércoles pasado, anteayer, donde me salís con dos frases imperdonables. Decirme que ´el dramatismo con que se dieron las cosas fue una necesidad mía´ es ignorar -y pretender que yo olvide- que me echaste de tu casa bajo amenaza. ¿Te acordás lo que dijiste, con qué cara lo dijiste? Porque yo no me olvido más: cuando te eché en cara que me habías sacado plata que no necesitabas, me dijiste ´voy a hacer lo que tenga que hacer para que te vayas de esta casa´, con los ojos desencajados. ¿Y el dramatismo es mío? Pretender que crea eso es un intento horrible de manipulación, para no hacerte cargo de la parte que te toca, de lo que fueron tus propias acciones”.

“Y salís con esta cosa... repugnante... de que ´estás tan convencida de tu cariño por mi – ni siquiera se te ocurre usar la palabra “amor”- que no necesitás demostrárselo a nadie?”.

“O sea que si no me ves por tres años es porque no necesitás demostrar nada? ¿Si me echas de tu casa, si me amenazás, si le decís a mi hermano que estoy loco y miento... está todo bien porque no necesitas demostrar nada?”

“Se acabó esa mierda!!”

“Pasaste de ser una carencia como madre, a ser un obstáculo en mi vida, a ser un enemigo abierto que intenta mantenerme engañado de los modos más descarados y crueles posibles, porque mentir de este modo es algo que solamente hace un ENEMIGO!”.

Tomo aire, conciente de que había terminado: ya habia dicho todo. Felisa no aparentaba más que algo similar al disgusto de quien lleva demasiado esperando un colectivo.

Cierro: “no espero que cambies, no espero que pase más nada, la razón de decirte todo esto es que necesito que sepas que lo sé: que estás en evidencia, que se te ve desde todos los costados. Que no conseguís meterme más mierda en la cabeza”.

“Decís de hacer todo lentamente, porque tu vida es muy triste y necesitás que todo sea delicado. Ya fue eso: voy a ponerte en una situación muy sencilla, que va a clarificar esto de modo definitivo. Te querés ir de vacaciones. Mientras, me dejás cubierto por la misma mierda que me tiraste encima: cada día que estás en otro lado, es un dia más que mi hermano pasa bajo la mentira que vos le contás sobre mi. Es más de lo mismo, y es inaceptable. Si nos volvemos a ver, es porque la semana que viene levantaste el teléfono para decirme ´tal día, a tal hora, tenemos cita con tal psicólogo, vos, Javier y yo´. Yo sé que en vez de eso, te vas a ir de vacaciones”.
“Pero desde ahora lo vamos a saber los dos. Desde ahora tus acciones tienen consecuencias”.

“Muy bien”, responde, y se va.

Salgo a la calle, sintiéndome limpio excepto por una pequeña mácula. Sabía muy bien qué me diría Alicia o alguno de mis poquísimos confidentes: había pospuesto otra vez la instancia de mandarla a la mierda y cortar el vínculo.
Habia dejado otra vez una puerta abierta, una rendija por la que espiar, ansioso, que esta vez sí viniera. Que dejara de lado sus vacaciones, que me buscara.
Me había quedado, otra vez, como el niño que espera que lo vengan a levantar en
un abrazo.

Me habia puesto solo en la misma situación de vuelta.

2 comentarios:

  1. Continúo siendo escucha de este relato. Hoy con el corazón achicado, pues me ha dolido...

    Bendiciones.

    ResponderEliminar