ES IMPORTANTE SABER

domingo, 28 de noviembre de 2010

El suspenso después del punto

El resultado más visible hasta ahora de la seguidilla de trabajos sobre mi contacto con la sombra es una especie de continuación de otras consecuencias: progresivamente fui, durante estos últimos dos años principalmente, soltando u olvidando cierta característica mía que me obligaba a saber o pretender saber de todo lo que me interesara o cruzara ante la vista.

Poco a poco me voy volviendo, en términos de Hellinger por nombrar a mi referente en esto, menos teórico y racional y más fenomenológico y descriptivo.

De a poco voy dejando de imaginar mecanismos fantasmas que habitan el lado invisible de lo que veo, de elaborar racionalizaciones y estructuras teóricas, me voy volviendo más parco y acotado a la descripción pura. Dejo de intentar completar las frases que me propone la realidad, cada vez menos intento estar un paso delante. Cada vez más me detengo donde se acaba el camino.

Frustrante como es, también se siente como un enorme ahorro de energía.

Nunca fui partidario del ahorro, vale decir, pero cualquier otra cosa se siente ahora tan evidentemente estúpida y descentrada, que tampoco despierta ganas.
Hay algo más importante que mis ideas en cada cosa esperando a ser descubierto y hecho, y no puedo perder tiempo proponiendo a ciegas, o por diversión, teorías, ideas, fantasmagorías.

Más vale la pena esperar siempre un poquito más, a que la cosa se termine de mostrar, a que todo se evidencie o disuelva, para dar otro pasito y tomar lo que verdaderamente está, que intentar jugar al descubridor, a las escondidas con la realidad.

El resultado es que cualquier sentencia se vuelve desagradablemente escueta, y que nunca, nunca, surge la necesidad de hacer promesas.

Lo que hay es lo que ves, y lo que viene ya lo sabremos. Así que no te muevas mucho, este momento es una balsa de la que si saltás, solamente caés en un océanos de potenciales cambiantes. La próxima realidad que se concrete te puede encontrar paradito en el presente, o tratando de no ahogarte en el mar de ideas y posibilidades.



En el mundo que es mi sombra, habita todo lo que no quiero saber que soy.
Entre muchas otras cosas, necesitado.
De solidez económica, de reposo, de afecto.

Cada adelanto en el trabajo de quedarme quieto en la realidad se siente como la caída de un velo transparente, que no oculta pero deforma las cosas. Una vez caídas las mayores mentiras, terminado el terremoto, de lo que queda nada cambia mayormente de lugar: solamente se vuelve más y más nítido a cada avance. Los contornos se definen con mayor precisión, los límites, el lugar donde termina cada cosa se van volviendo netos. Pacíficamente claros, terminantes. Las cosas dejan de enredarse unas en otras, dejan de proyectarse hacia afuera. Las culpas y los reclamos quedan cada una en su cajita.

Los problemas no proyectan, ya, soluciones imaginarias.

Me vuelvo descriptivo en vez de proposicional, y lo que digo pierde el encanto apasionado del argumento y cobra la fuerza seca de la evidencia.

Ya no tengo más ideas para resolver mis problemas, sino apenas una o dos opciones dadas por la evidencia, que habrá que ver cómo se desarrollan mañana, a cada paso.
Cada vez menos planes, cada vez menos fantasías sobre cómo estar donde quiero, cada vez menos ideas de dónde quiero estar.

Simplemente la constatación de si estoy bien o no, sin más.

Sin “y entonces hago esto”.

Simplemente ¿cómo estoy?.

Y entonces, como quien levanta la cabeza para detener el movimiento antes de que la inercia se lo lleve puesto, no me respondo.

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