ES IMPORTANTE SABER

sábado, 6 de noviembre de 2010

La llamada de lo pánico - VII

Mientras me habla, mi sombra oscila de forma.
Siempre es un indio viejo, pero pasa de tener cierta nobleza a ser nada más un anciano cansado, a asemejarse incómodamente a las versiones criollas del diablo, a un Juan Malo.

Cuando es Juan Malo es cuando se lo ve más animado.

Hasta que termina de hablar y, muy repentinamente, cambia y se transforma exactamente en mi.

Rejuvenece cuarenta años, y me mira con mi propia cara, muy pero muy fijamente. Pero no del todo frontalmente.
Por primera vez, y siendo algo que no creía posible, la noto pendiente de mi.

Me doy cuenta de que le habló a mi doble de sueños, al Rogelio que permanentemente veo transitando mis visualizaciones.

Y que no le dijo un pensamiento ocioso ni le transmitió un discurso, sino que, mientras yo miraba sin saber, le estaba, me estaba, haciendo una propuesta.

Y ahora estaba tensa, expectante, de ver mi respuesta.

La respuesta llega sin transición: mi yo de sueño aparece postrado en posición de adoración ante su propia sombra, nuevamente una silueta negra ahora, pero que surge de bajo su cuerpo, se estira por la tierra y se eleva en el aire, a pocos pasos.

La silueta negra irradia satisfacción, incluso algo de soberbia, me parece.

Suavemente, la imagen se desliza, o más bien resbala, en otra: caen lianas desde más arriba de donde alcanzo a ver.
Se transforman en líneas negras, se transforman de vuelta. En colas.
Colas de ratones gigantes.
Y colas de demonios.

Me veo a mi mísmo, parado frente a la sonrisa de Juan Malo, en medio del infierno.

No es un lugar desagradable del todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario