ES IMPORTANTE SABER

martes, 2 de noviembre de 2010

La llamada de lo pánico - V

A todo esto, mi jefe me había dicho claramente que no, que yo no me voy de la oficina.
Fue muy halagador, obviamente, y tentador, pero ya sé que la decisión de irme se toma sola, sin mi concurso. Yo apenas la sigo, tratando de no quedar muy atrás.

Desde entonces, toda la semana, en algún momento, dejó deslizar uno que otro chiste al respecto.
A mí me sirvió el total de la situación para retraer la relación al momento inicial, en que podía bombardearlo a consultas por ser el nuevo. De algún modo eso nos salió espontáneamente a los dos.
O se dió cuenta de que solo me pierdo y actúa en consecuencia. Qué se yo.

Respondiendo chiste con chiste, mantengo toda la charla en el punto de que “cada uno expresó lo suyo y nuestras opiniones no variaron”. Obviamente, dando seguridades de que mi intención no es desaparecer y complicarle la vida a nadie. La semana pasa grata, muy gratamente.
Cuando pienso en terapia, por primera vez en casi cuatro años de tratamiento, tengo cierto apuro por ir al encuentro de mi guía interno y ver qué me indica hacer.
Y cumplirlo.
Quien te ha visto y quien te ve.

Llega la siguiente sesión.
En esta pasaron muchas cosas, me siento a escribir apenas llego a casa, pedaleo todo el camino estructurando el relato en mi cabeza mientras van resurgiendo detalles, posiblemente al mismo tiempo que otros se olvidan.

Empiezo viendo una especie de medusa de luz. Creo que es una nueva formulación de mi guía.
Me dice algo, pero no llego a saber qué.
Aparezco en otro momento sosteniendo a mi niño interno en brazos, la medusa se transforma en una estrella, mi niño interno estira los brazos hacia ella, se acerca tanto que se mete en ella y me encuentro mirando de frente un resplandor blanco que abarca todo.

A esta altura, es una experiencia relativamente común.

Algo pasa, no recuerdo qué, y me encuentro mirando un ocho acostado. “Como ´infinito´” pregunta/afirma Alicia.
“Si”, le confirmo.
“¿No sabés de qué color es?”
“Irisado como las manchas de aceite en el agua”
“Ah, muy bueno”, dice.
“Veo también dos rayitas horizontales encima, no entiendo qué es eso”
“No te preocupes, es muy bueno esto”.
Ya me dejo llevar de un modo increíble para mí mismo.

La imagen muta un par de veces, pero no le doy demasiada cabida, lo considero interferencia, Alicia concuerda.
De repente, el ocho acostado vuelve a mutar, y se convierte en algo que no termino de entender, que termina siendo una mariposa. No sé si es mi mente sobreinformada, que asocia mariposa con Psique, y aparece el Rey de Espadas. No hace falta mirar esa carta muy atentamente para ver que el trono del Rey de Espadas tiene varias mariposas. Así y todo, a mí me llevó como dos años verlas, y probablemente si no me las señalaba Ale no las notara.

La persistencia de la imagen me indica que esta no es interferencia, pero empiezo a discutir con ella.
“Chabón, tu espada está toda torcida, mirala: no está derechita como la de la Justicia, tu criterio está mocho”.
Con una blandura inesperada para el Rey de Espadas y definitivamente convincente y seductora, la imagen me retruca sin palabras, en el modo telepatico común a todas las visualizaciones “es cierto que no soy perfecto, pero soy la siguiente cosa más inteligente, inmediatamente después de la Justicia. Y soy muy útil, te conviene tomar lo que tengo”.
Su blandura y moderación son lo que me permite tomar sus palabras sin más rechazo.
La subjetiva se empieza a alejar, mientras yo todavía no estoy seguro de si terminé o no. Una mariposa aletea frenética justo arriba de mi visión, no sé si es dorada o son reflejos de sol.

En algún lugar, hay algo incierto de oro y un fruto, y están relacionados.

La cámara se sigue alejando y entonces tuerce el ángulo y se clava. Lo que se muestra es demasiado evidente para que lo acepte sin cuestionarlo.
Porque el trono del Rey de espadas queda a la suficiente distancia como para verlo a escala humana en vez de la escala magnificada de la carta, y la distancia es un camino, y el camino y el paisaje están atravesados

y lo estuvieron siempre

y lo van a estar en cada lugar en que yo esté

por mi sombra.





Discuto un momento lo evidente de la visualización, pero la persistencia, y un deseo interno claro, nuevamente me convencen de que lo que estoy viendo es legítimo.


Lo acepto, y mi sombra me empieza a hablar desde el piso.

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