Me surge la pregunta interna de si con esa constatación ya está todo o qué, y permanezco.
Mientras pasan los segundos, voy asumiendo que, en realidad, no estoy “del todo” ahí.
Que mi cuerpo de sueño carece de la consistencia plena que puede llegar a tener, que la experiencia está ligeramente desteñida, como si en realidad quisiera estar en otro lado.
Surge claramente la dualidad: una parte mía siente que debo permanecer ahí, bajo tierra, en la casa de Juan Malo. Otra parte mía dice que ya tengo que estar haciendo otra cosa, o tal vez hacerlas en simultáneo. Pregunto, sin cuestionarme a quien, si puedo hacer las dos cosas simultáneamente, y aparece una especie de compartimiento pequeño en la parte superior de la imagen, donde estoy con una especie de guía.
Ambos vestimos túnicas blancas y estamos en un espacio blanco.
Pero no es mi guía, sus características son muy diferentes: es un pelado con barba negra recta, irradia algo muy diferente a mi guía.
Le digo a Alicia que la sensación es la de haber encontrado un maestro temporal o local, alguien que me va a enseñar algo muy preciso.
“Si, un maestro temporal está bien”, dice Alicia.
Por momentos, su túnica y la mía cambian, se llenan de cosas. Al rato, mientras me habla, se estabilizan: son como las túnicas del Rey de Oros, cubiertas de vides, frutas y colores térreos.
“Algo muy preciso, y muy práctico” agrego, y Alicia, basándose en dios sabe qué, concuerda.
Mientras tanto, abajo, la cosa seguía y siguió mucho después de que lo de arriba con el maestro temporal terminara.
Mi imagen bajo tierra empezó a ser expulsada, como si la cámara sola retrocediera.
Juan Malo no estaba en conflicto con eso, pero mientras empezaba a decirlo, la subjetiva volvió como si hubiera estado tomando envión, al centro mismo de la casa subterránea de la Sombra.
Una sensación de caída libre intensa y vértigo extenso y permanente, renovado cada segundo, empezaron a acompañar la presencia cada vez más definida de mi doble de sueños en el infierno.
ES IMPORTANTE SABER
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