ES IMPORTANTE SABER

martes, 23 de noviembre de 2010

Bondad - I (presente laboral)

Tocó ir a trabajar un sábado.
No tenía mucha idea de en qué: estaba cubriendo a una compañera y amiga que quería estar en el cumpleaños de su hijo.
Como no estoy teniendo mayormente vida personal, y ella iba a dejar todo listo, y tenía mucho trabajo, y tengo cierta tendencia kamikaze, quedé en relevarla en el concierto directamente, ignorando sus intentos de ponerme al tanto antes de ir.
Sabía que no iba a poder concentrarme en nada de lo que me dijera, y que me iba a enterar verdaderamente de las cosas en el lugar y en el momento, así que fui sin prepararme.
En el camino, sin embargo, algunas cosas que me dijeran se me fueron filtrando hasta la conciencia, pero muy de a poco.
Que iba a estar Víctor Heredia.
Y que iba a ser en el Ministerio de Defensa.

Llegué pensando que en este mismo lugar yo había hecho la colimba diez y seis años antes, pero descubrí que lo habían cambiado de edificio. Ahora el Ministerio de Defensa de la Nación reside en el Comando en Jefe del Ejército, ese edificio en Paseo Colón que tiene la estatua horrible “del soldado herido”, que muestra un soldado, en rigor de verdad, con un agujero en el tronco dos veces más grande que cabeza. Inmediatamente detrás de esa estatua, estaba el escenario.

Como siempre, un toque fuera del mundo, pensaba que Víctor Heredia es alguna especie de dinosaurio anacrónico, así que me sorprendí bastante al llegar y ver un escenario de unos sesenta metros cuadrados con dos pisos de torres de parlantes.

Mi compañera, debido a diferentes retrasos, directamente no fue. Pero tenía todo arreglado así que simplemente me fui poniendo en contacto con los responsables de cada cosa y medié cual fluído mercurial, como siempre.
Buena parte de mi trabajo es ser parte de un pasamanos, otra es amortiguar las tensiones, una mínima es tomar decisiones de sentido común y algo de conocimiento técnico.

Uno de los locales era el responsable de ceremonial y protocolo local, que me hizo terminar de entender lo que estaba por presenciar, de lo que estaba por ser parte: Víctor Heredia. En el Ministerio de Defensa.

Recorriendo el edificio para poder luego guiar a los artistas, no pude evitar una sensación tenebrosa frente a su imponencia y los fantasmas castrenses que habitan la mente de -supongo- casi todo porteño. Imaginé intrigas y fusilamientos a traición en las esquinas, autos con gente en los baúles en el estacionamiento, charlas secas y técnicas sobre asesinatos en masa en los sillones tan amplios, lujosos, de los salones inmensos.

Mi experiencia en la colimba me daba cierta familiaridad y facilidad en el trato con los soldados, suboficiales y oficiales, y fluídez ante sus procedimientos.

Víctor Heredia. En el Ministerio de Defensa.

Mariana, la chica que hacía de enlace con nosotros, una señora en realidad, a la que estoy seguro que crucé mucho más joven cuando hice la colimba, está convencida de que Garré está haciendo historia.
“En veinte años que llevo en el Ministerio de Defensa, nadie hizo reformas tan de fondo, ni cercanas ni lejanas, como esta mujer”, dice.
Una de las reformas en curso es abrir e incorporar toda la red de museos militares – treinta y tres en total, absolutamente desconocidos hasta ahora y cerrados al público civil- al patrimonio cultural nacional y generar acuerdos con las instituciones educativas para que sean visitados.

Puede sonar poco interesante. Puede sonar mágico y trascendente.

Pero objetos que han sido parte de la violencia con que se forjó parte de nuestra historia, ahora pueden ser observados directamente.

Y, más importante aún, espacios habitualmente cerrados y que constituían su propio universo, el mundo militar, van a ser periódicamente atravesados por gente del otro mundo, los civiles.

Hablando con uno de los colaboradores de Mariana, le comento que cuando hice la colimba me llamaba la atención que convivieran en el Ministerio de Defensa dos mundos tan diferentes, civiles y militares. Me responde que si, que a veces a él mismo le rompe la cabeza darse cuenta de las realidades absolutamente diferentes en que viven personas que comparten el mismo espacio toda la semana.

Yo lo sé, conozco los dos lados: sé lo que es recibir órdenes de modo incuestionable.

Conozco el sentimiento de cuerpo que eso produce, y los modos retorcidos de identificación y diferenciación entre oficiales y suboficiales, entre idealistas y hambrientos, entre facilistas y reglamentaristas.
Un mundo de clases sociales y divisiones que también los une entre sí, porque los civiles desconocen todo al respecto.

Saber porqué y en qué un militar no es igual al otro, termina generando un sentimiento de cuerpo más fuerte aún, porque los excluye del diálogo con quienes no compartan ese mundo.

Por eso era tan importante esto.
Víctor Heredia.
En el Ministerio de Defensa.

Una institución absolutamente cerrada, al mismo tiempo admirada por todos aquellos que desean ser parte de algo más grande y temida por todos los que tenemos mínimos recuerdos de principios de los ochenta.
Alojando a un cantante de protesta, de izquierda, social.

Casi cuatro mil personas, a ojo, lo vieron.

Cantó, entre otras, la canción “Aquellos soldaditos de plomo”.
Esta es la letra que cantó frente a la puerta de la casa de todos los soldados, en tiempos de UNASur.

De pequeño yo tenía un marcado 
sentimiento armamentista; 
tanques de lata, de cromo y níquel
y unos graciosos reservistas de plomo, 
a mano pintados, con morriones colorados 
que eran toda una delicia para mi mente infantil... 
...yo me creía, como creía en el honor 
del paso del batallón dentro de mi habitación; 
era todo un general dirigiendo la batalla, 
y el humo de la metralla acunaba mi pasión 
por los gloriosos soldados que, sable en mano 
avanzaban sobre aquel cruel invasor 
que atacaba mi nación... 
...sangre de entonces, sangre vertida, 
toda mi niñez vencida por el tiempo que pasó. 
De las banderas, sólo jirones; de los morriones 
Empenachados, sólo un recuerdo desmadejado de dolor... 
...¿qué nos pasó, cómo ha pasado? 
¿Qué traidor nos ha robado 
la ilusión del corazón? 
Creo que quiero cerrar los ojos 
para no ver los despojos de lo que tanto 
amaba entonces. 
Que vuelva el bruñido del bronce, 
que se limpien las banderas; 
yo quiero ser una fila entera de soldados desfilando 
y todo un pueblo cantando con renovada pasión. 
Quiero de nuevo el honor 
aunque no existan victorias, 
quiero llorar con la gloria de una marcha militar, 
y un banderín agitar, frente a un ejército popular...




Antes, una banda militar tocó algunos temas, entre ellos “Tanguera” y el himno, para terminar gritando “Viva la PATRIA!!”, mientras el público hacía el gesto de la victoria peronista, y se nos ponía la piel de gallina.

Sanación social es la frase que me viene a la cabeza. Reconciliación entre referentes culturales e instituciones. Entre instituciones y pueblo. Todo el dolor que no se olvida, y el presente.

1 comentario:

  1. Qué manera de escribir tan tan especial... me encanta y no puedo dejar de leerte, se trate de una hipnótica visualizacion o un relato cotidiano...
    Un beso grande grande
    Meuge

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